
Nada más comenzar la sesión del 8 de abril, Lourdes Montero nos preguntó cuáles fueron las reflexiones que subimos del día anterior al portafolio. La verdad es que la sesión del lunes, 7 de abril, fue intensa y muy productiva. Es evidente que el tema a tratar obliga a muchas reflexiones. La dirección de un centro escolar es algo que muchas veces se pasa por encima y que provoca grandes conflictos. La noticia publicada por La Voz de Galicia, que analizamos detenidamente en estas sesiones, obliga a reconducir muchas cuestiones sobre el tema.
En mi opinión, la motivación para presentarse a un cargo de director es escasa. Económicamente no es suficiente. No basta con tener la virtud de liderazgo, hay que disponer de muchas más virtudes.
Por ejemplo, en mi experiencia como maestro en prácticas y como pedagogo en prácticas, pude observar el gran trabajo que desarrolla un director y su equipo directivo. Son muchas las horas que se pasan en el centro, casi todas las tardes de la semana acuden a su puesto de trabajo y son muchísimas las cuestiones que tienen que resolver a diario. Muchas de ellas ingratas e impopulares en versión de sus compañeros. Por eso, aunque la cuestión económica es importante, clave diría yo, son más los aspectos que se deben analizar. Hay que entrar más profundamente en el problema y averiguar cuáles son los motivos por los que nadie, o casi nadie, quiere asumir tantas responsabilidades. Tal vez el escaso apoyo que se recibe de las administraciones o la escasísima autonomía que tiene un director podrían ser razones más que suficientes para darle la espalda al puesto.
Tomando como referencia la sesión del día anterior, en el aula formulamos una serie de cuestiones. ¿Es el aspecto económico decisivo a la hora de tomar la decisión de presentarse al puesto de director? ¿La ausencia de incentivos económicos es el principal problema que se plantea?
En el debate de clase, se habló largo y tendido de los escasos incentivos económicos recibidos en la actualidad por un director de centro, la motivación para desempeñar el cargo, los valores y los escasos apoyos con los que cuenta.
La sesión de hoy fue completa. Dos horas de clase, bien aprovechadas, dan para mucho. En la segunda parte de la hora nos centramos en la evolución histórica de la función directiva. Para comprobar los conocimientos previos del alumnado, Lourdes Montero puso en marcha un pequeño juego de grupo en el que cada uno decía una palabra o una pequeña frase para ir enlazando con el resto de la clase e ir construyendo un relato acerca la evolución histórica de la dirección. El resultado final fue patético. Horrible. No había por dónde entrarle. Mencionamos numerosos aspectos y propusimos ciertos relatos que nada tenían nada que ver con lo que se estaba trabajando en clase.
Entonces, la profesora nos pidió para la siguiente sesión que fuésemos con los deberes hechos y aconsejó, para darle mayor ritmo a la sesión, que buscásemos los hitos históricos de la función directiva.Explicó que la historia nos lleva a la Educación Primaria para ver el comienzo de la dirección de centros. Se produjo con la transformación de las escuelas unitarias en escuelas graduadas, es decir, cuando pasaron a tener más de un maestro.
En mi opinión, la motivación para presentarse a un cargo de director es escasa. Económicamente no es suficiente. No basta con tener la virtud de liderazgo, hay que disponer de muchas más virtudes.
Por ejemplo, en mi experiencia como maestro en prácticas y como pedagogo en prácticas, pude observar el gran trabajo que desarrolla un director y su equipo directivo. Son muchas las horas que se pasan en el centro, casi todas las tardes de la semana acuden a su puesto de trabajo y son muchísimas las cuestiones que tienen que resolver a diario. Muchas de ellas ingratas e impopulares en versión de sus compañeros. Por eso, aunque la cuestión económica es importante, clave diría yo, son más los aspectos que se deben analizar. Hay que entrar más profundamente en el problema y averiguar cuáles son los motivos por los que nadie, o casi nadie, quiere asumir tantas responsabilidades. Tal vez el escaso apoyo que se recibe de las administraciones o la escasísima autonomía que tiene un director podrían ser razones más que suficientes para darle la espalda al puesto.
Tomando como referencia la sesión del día anterior, en el aula formulamos una serie de cuestiones. ¿Es el aspecto económico decisivo a la hora de tomar la decisión de presentarse al puesto de director? ¿La ausencia de incentivos económicos es el principal problema que se plantea?
En el debate de clase, se habló largo y tendido de los escasos incentivos económicos recibidos en la actualidad por un director de centro, la motivación para desempeñar el cargo, los valores y los escasos apoyos con los que cuenta.
La sesión de hoy fue completa. Dos horas de clase, bien aprovechadas, dan para mucho. En la segunda parte de la hora nos centramos en la evolución histórica de la función directiva. Para comprobar los conocimientos previos del alumnado, Lourdes Montero puso en marcha un pequeño juego de grupo en el que cada uno decía una palabra o una pequeña frase para ir enlazando con el resto de la clase e ir construyendo un relato acerca la evolución histórica de la dirección. El resultado final fue patético. Horrible. No había por dónde entrarle. Mencionamos numerosos aspectos y propusimos ciertos relatos que nada tenían nada que ver con lo que se estaba trabajando en clase.
Entonces, la profesora nos pidió para la siguiente sesión que fuésemos con los deberes hechos y aconsejó, para darle mayor ritmo a la sesión, que buscásemos los hitos históricos de la función directiva.Explicó que la historia nos lleva a la Educación Primaria para ver el comienzo de la dirección de centros. Se produjo con la transformación de las escuelas unitarias en escuelas graduadas, es decir, cuando pasaron a tener más de un maestro.
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